En México, la
costumbre de “Vestir al Niño Dios” es el resultado de varias creencias y
tradiciones. En la casa de mi abuela materna, en la de mis tías, o en las de
las señoras que en ocasiones visitaba de la mano de mi mamá, había un curioso
“Niño Dios” vestido con ropón de encaje o coloridas indumentarias que incluían
coronas, lazos dorados e incluso morralitos o bolsitas. Por supuesto estaba
prohibido jugar con él. La explicación fue suficiente en esos tiempos de la
infancia. Al parecer el decir: “es una tradición”, convertía el hecho en algo indiscutible
y en cierta medida deseable. En la actualidad son miles los Niños Dios
presentados en los templos el 2 de febrero, el día de La Candelaria, y pocos
saben cómo surgió esa tradición.
A los cinco
últimos días del calendario mexica (del 28 de enero al 1 de febrero del
calendario gregoriano) se les conocía como nemontemi.
Eran días, por decirlo de alguna manera, de ajustes en la cuenta del tiempo. La
gente los dedicaba a visitar a los amigos, a convivir en familia y a limpiar la
casa. Evitaban las desavenencias y los accidentes pues creían que de suceder,
sería la constante para el siguiente año. Días de ocio y malagüero que aprovecharon
los evangelizadores, pues el nemontemi coincidía
con la celebración católica de la presentación del niño Jesús en el templo, a
los cuarenta días de haber nacido y el nuevo año mexica al que todos querían
llegar y entrar con el pie derecho, luego de los 120 días de latente amenaza de
mala suerte.
San Lucas, en
2:22-39, refiere que según la ley de Moisés el primogénito de cada familia le
pertenecía al Señor, por ese motivo los padres debían presentarlo y entregar,
en el caso de un varón, un cordero o una paloma para ofrecerlos en sacrificio.
El anciano sacerdote, Simeone, al ver al niño dijo: “ahora Señor, puedes dejar
ir en paz a tu siervo, porque mis ojos han visto a su Salvador, luz que alumbra
las naciones y Gloria de tu pueblo Israel”. De ahí que desde tiempos remotos se
conmemore la presentación del niño Jesús asociado a la “luz” (iluminación
espiritual), o Candelaria (de candela) y se lleven velas, cirios y veladoras a
bendecir.
En su empeño
por dar a conocer las enseñanzas de los evangelios, San Francisco de Asís ideó
un nacimiento viviente en el cual el niño Jesús era el protagonista. Al pasar
los años, las figurillas de barro o de porcelana substituyeron al Belem
viviente de los templos y los católicos comenzaron a montar la representación
en sus casas dándole al niño un tratamiento especial. Surgió entonces la
costumbre de arrullar y acostar al niño en el pesebre el día 24 de diciembre.
En la época de
la Colonia, se les daba a las monjas una pequeña escultura del niño Jesús al
momento de profesar. Podemos observar las pinturas de las monjas Coronadas,
llamadas así por vestir hábitos bordados, exuberantes coronas de flores y en
brazos, una representación del niño Jesús ataviado de igual manera. Una
deliciosa muestra del arte Novohispano que al mismo tiempo nos explica la
actual tradición de vestir a los Niños Dios de manera tan barroca.
Los diversos
elementos dieron forma a la tradición de arrullar al niño y arroparlo en el
pesebre, el 24 de diciembre. De festejar con la familia y los amigos la visita
de los reyes magos, el 6 de enero, compartiendo con ellos una rosca de pan
dulce y chocolate. De preparar el atuendo del Niño Dios, como lo hicieran las
monjas Coronadas, para presentarlo el 2 de febrero en el templo y reciba la
bendición. Se acompañará de velas o veladoras que servirán el resto del año
para “iluminar” los hogares.
Según comenta
la investigadora Katia Perdigón, fue hacia 1912 que se menciona el 6 de enero como
la fiesta de los compadres en la cual, quien encuentre un pequeño niño al
partir la rosca de reyes, se convertirá el padrino que “levante al niño” del
pesebre y lo lleve al templo el día de la Candelaria. Luego deberá hacer una
fiesta.
La tradición
popular señala la manera en la que debe vestirse el Niño Dios. En el primer
año, su ropa será blanca, se acompañará de dos palomas y deberá permanecer
acostado en el moisés. En el segundo año se le llevará sentado y vestido en
color rojo. En el tercer año podrá permanecer de pie y usará la ropa que los
padrinos tengan a bien elegirle.
Los padrinos lo
llevarán a misa y ahí se bendecirá junto con las velas y las semillas de trigo
y chía ya germinadas. Una vez en su casa, el dueño del niño lo colocará en su silla
y le encenderá una vela. Como cualquier niño hará travesuras, por lo que me recomendaron
amarrarle bien los zapatitos y así evitar que los pierda. También me explicaron
que debía tenerlo unos días acostado en su cuna y otros de pie o en su sillita
para no cansarlo. Un detalle importante es que si no le agrada la persona que
lo va a vestir, le cambiará el semblante y no se dejará poner ni los
calcetines. Cada uno de los entrevistados agregó uno o dos detalles,
enriqueciendo los datos que me propuse investigar. Visité los lugares dedicados
a restaurar y “vestir niños Dios” y en el trayecto la familia aumentó. Me fue
imposible dejar solito a un niño Dios de Belén, que llevaba años sin que nadie
se interesara en “adoptarlo”, según me dijeron las hermanas dueñas de una
tienda antigua en la 12 poniente esquina con las calles que reparan, en el
centro de Puebla. Ahí estaba, sentado en un rincón del aparador de madera y
cristal; con un sombrero tapándole la carita y polvoso. ¡Hasta me ofrecieron
una rebaja en la compra, sin que yo lo pidiera! Algo similar me ocurrió en
Cholula (Cholollan) y de uno, ahora son tres niños Dios en esta familia. Los llevaré
el día 2 a bendecir y les encontraré un lugar en casa.
El penúltimo
viernes de Cuaresma, las semillas germinadas se colocarán como adorno en el
altar de Dolores y se encenderán las velas o veladoras cada vez que se requiera
algún favor especial de la Virgen María.
Al niño Dios se
le ha vestido representando todas las advocaciones posibles a pesar de las
recomendaciones de la iglesia que nos explica que: “es Dios” y no debe
rebajársele vistiéndolo de algún santo, o peor, como si fuera el muñequito de
mamá. A pesar de todo, algunas imágenes
comenzaron a realizar milagros o a conceder favores. También existen los Niños
Dios que aparecieron por sí solos. Entre los niños famosos por sus milagros
están: El Santo Niño Jesús de las Suertes (Xochimilco), cuya cabecita descansa
sobre una calavera y fue encontrado por dos sacerdotes misioneros que caminaban
rumbo a Tlalpan, en el año de 1806. El Niño Limosnerito, de Atlampa. El Santo Niño
Jesús Doctor de los Enfermos, de Tepeaca. El Niñopa, una milagrosa imagen del
siglo XVI y venerada en Xochimilco. El
Niño Mueve Corazones del templo de Nuestra Señora de Loreto en la ciudad de
México. El Santo Niño Cieguito del templo de las Capuchinas en Puebla. El Santo
Niño de Jalpan de Serra en Querétaro. Terminaré este relato con con el Santo
Niño de Atocha, venerado en España, Filipinas, Honduras, Colombia, Venezuela y
Estados Unidos. Podría llenar una página con los nombres de los Niño Dios milagrosos,
y al final, lo importante es la sensación amorosa que nos despierta y el
pretexto para disfrutar con las personas que amamos, los deliciosos tamales, el
atole y chocolate tradicionales de nuestra tierra mexicana.
1 comentario:
Muy buenos tus relatos, los e estado siguiendo, hoy leí los del Niño Dios y Teotihuacan, se aprende bastante. Adelante. Saludos
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