Beata hechicera
Por Celina Pérez Melero
Sorpresa y emoción sentí en cada página con la lectura de "Beata hechicera", la sorpresa de ver historias que mezclan lo cotidiano y lo mítico, pero con personajes que, con permiso del gran, insuperable mago de la literatura, no se apellidan Buendía, ni Iguarán, ni Babilonia y que transcurren en parajes que no llevan nombre de Macando, o La Guajira o Guacamayal.
Emoción de ver que esos personajes se apellidan Rugarcía, Noriega, Mier... y que hincan sus raíces en pueblos como Cuñaba, Abándames, Alles y sus sueños de aventura en lugares como Santo Domingo Atlapaleca... igual que mis antepasados, que nuestros antepasados.
La novela es compleja, ambiciosa, toca las fibras más profundas con las que está tejida nuestra historia y mezcla la realidad y la magia, la religión y la brujería, con tanta habilidad que llega a confundirnos. Y luego el lenguaje, esa prosa sin desmayo, esa mezcla del lenguaje mexicano, que por lecturas y por conversaciones no nos es extraño, con nuestro lenguaje, que nos emociona verlo convertido en literatura de la buena.
Por esta novela pululan los personajes de nuestra historia que seguramente alguna vez hemos tratado de imaginar; aquí se hacen carne, se ponen en movimiento los inquisidores, los religiosos con nombres como Fray Servando Teresa de Mier, los reales y los imaginarios, como esas brujas que mis tías las Meleras me contaban que se reunían en la Peña para después volar a Cerenuela, ¡qué distintas en mi imaginación de la Simona de Eugenia! Y los lugares que conocemos, como la cueva de las Brujas, San Pedro de Plecín o el palacio de Socuetu, al que tuve la suerte de acceder desde niña por mi amistad con Begoña y ahora gracias a Sole y a Rudy.
Por no desvelar los entresijos de la novela, solo diré que merece la pena conocer a Casiana, a La Lobera, Briselda, Catalina, Sagrario, Iyana y Simona, esas mujeres de "piel de invierno y melenas de rojizo otoño", ese linaje de brujas, perseguidas por el Santo Oficio y por la ignorancia, de las que habrá nuevas generaciones, que ojalá no nazcan con el rabo de cerdo, para que tengan una segunda oportunidad sobre la tierra. ¿Debemos preocuparnos, Eugenia?
Y por si alguien que aún no se anima a leer la novela, tenéis que saber que en sus vericuetos se revela un secreto que la historia nos ha ocultado hasta ahora... ¡Ay! si don Gregorio hubiera tenido la oportunidad de leer "Beata hechicera", habría brindado por Eugenia, porque lo que con tanto tiempo de dedicación a archivos y papelotes no fue capaz de descubrir, lo ha desvelado la desbordante imaginación de una hechicera de historias; el por qué no se sabe apenas nada de la biografía del inquisidor don Juan de Mier y Villar.
Gracias, Eugenia, no debemos preocuparnos, porque tienes muchos más secretos qué desvelar...