Divagar es delicioso. Decidí hacerlo luego de una charla acerca de “los nuevos mexicanos”. Son muchas las posturas y todas respetables. Hoy comparto la mía y me hago responsable de las consecuencias.
Bueno pues, arranco: Vivir en el pasado o del pasado es diferente a convertir el pasado en un alimento del presente.
Para mí, la nueva mexicanidad es la de quienes estamos orgullosos de ser mexicanos sin importarnos el color de la piel o la nacionalidad de nuestros ancestros. Nuestro pasado es un aliento para el presente pero jamás el pasado podrá substituir el ahora.
Con Juan José |
La nueva mexicanidad asume las diferencias como una manera de enriquecerse y no como un pretexto para dividirse.
Es la que no mira hacia atrás para revivir muertos sino para recordar en dónde están agarradas las raíces.
Los nuevos mexicanos bebemos de la filosofía nacida de la gente que ha respirado, siglos atrás, el mismo paisaje, y nos tenemos inconveniente en que convivan en nuestra mesa el tequila y el armagnac.
Somos orgullosamente nacionales con sobradas habilidades para habitar en cualquier lugar del orbe sin perder la identidad, el sentido de pertenencia al planeta y orgullosos por tener el maíz como regalo de los dioses.
No hay nacos, ni indios, ni jodidos, ni cholos, ni chafas porque en el vocabulario del nuevo mexicano no existen descalificaciones y buscamos que la palabra recupere el valor de antaño, que el respeto prive sobre la anarquía, que palpitemos al unísono y las diferencias engrandezcan y jamás fragmenten.
Y sí, nos gusta la música que incluye ritmos e instrumentos del pasado, la ropa con estampados mayas, wirrarrikas, o mexicas. Nos gusta decir la neta, wey, chido, comadre, papalote, soslayar y oneroso porque nos gusta el lenguaje enriquecido, el “español mexicano”. Nos emociona gritar ¡Viva México!, escuchar el Himno Nacional de pie y admirar la bandera tricolor ondear en el corazón del zócalo. Echarnos el caballito con tequila, limón y sal; las papitas con chile y el taco de canasta.
Para los nuevos mexicanos las zonas arqueológicas son Lugares Sagrados, las tradiciones son respetadas, los volcanes son seres con alma, la tierra es la Madre Tierra, los brujos personas de sabiduría y los ancianos los seres que merecen mayor respeto.
Nos gusta la salsa de molcajete, el temascal, los chiles en nogada, estar al tanto de las noticias y leer no solamente la Biblia sino a escritores mexicanos y del todo el planeta. Nos gusta la política propositiva, la medicina holística, aprender a aprender. Nos gusta la verdad, vivir en prosperidad y dentro del respeto.
El nuevo mexicano rescata recetas, música, leyendas, lugares sagrados, instrumentos, escritos y se siente orgulloso por hacerlo.
No le cuentan, ni le echan las cuentan o se lo cuentean. El nuevo mexicano está consciente de que la identidad la encuentra y la alimenta de todo aquello que brota en su territorio e incorpora lo foráneo como un complemento. Se deshizo ya del “malinchismo”. (Tema para otra muy buena divagación)
Los nuevos mexicanos no viven ardidos por la conquista, con el complejo de que lo pasado fue mejor, o fijándose en el color de la piel y el idioma materno.
El nuevo mexicano no conoce de complejos, no camina agachado; es echado para adelante, se abre camino con facilidad porque tiene alma guerrera, la de quien lucha a través del conocimiento, la flexibilidad, la creatividad y sabe que la riqueza de su pasado lo respalda y como dicen comúnmente: “no niega la cruz de su parroquia”.
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