Es
un honor presentarles fragmentos de la conferencia titulada: El hombre de maíz, ofrecida por doña
María Guadalupe Retiz, a quién todos conocemos como la abuelita Tonalmitl.
Desde los 27 años inició en la Mexicayotl guiada por su esposo y a partir de
ahí ha estudiado a profundidad los códices Borgia y Boturini (o tira de la
peregrinación). Se le ha reconocido internacionalmente como portadora de la
sabiduría ancestral del pueblo mexica y desde hace 22 años es la guardiana de
La Danza de la Luna. Su trayectoria es extensa y quizás lo más importante es el
trabajo que ha llevado por contribuir al fortalecimiento de la esencia
femenina, para que la mujer tenga una mente clara y precisa acerca de su papel
en la tierra, y un corazón lleno de amor.
Dentro
del Encuentro Internacional: “Hacia un humanismo Integral, Educación para la
Evolución”, el día 16 de enero de 2015, la abuelita Tonalmitl nos compartió el
mensaje que desde el pasado se ha repetido a las mujeres. Enlaza la esencia
femenina con el cultivo del maíz, con la educación, porque tanto hombres como
mujeres tenemos una responsabilidad hacia nosotros mismos y para con la Madre
Tierra.
Así
como la educación, el maíz es el sostenimiento de la vida, ha llegado e influido a las
naciones del mundo, ha caminado, ofrecido grandes beneficios en la alimentación y
cuando el ser humano mantiene las raíces bien cimentadas sobre la tierra, es
cuando tiene fuerza en la existencia y voluntad para compartir lo que tiene con
los demás.
Y
de los grandes y muy numerosos conocimientos de los antiguos, en el pedacito de
la Madre Tierra que es México, surgieron numerosas leyendas para transmitirnos
lo que ellos pensaban para explicar la creación.
Se
cuenta que en la tierra no había nada, no existía la vida y todavía no tenía
color, no tenía presencia, entonces se le pidió a Pitzintecuhtli, el sol recién
nacido, que viniera a dar color a la vida, color a la naturaleza. Él llegó con
grandes vasijas llenas de colores que había tomado del arcoíris, con mucho
amor y dedicación. Por muchos días pintó flores, árboles, fuentes, grandes
lagos, y grandes montañas, así fue como llegó un día y lo presentó a su padre
el Sol. Él dijo: “pero no tienes amigos”, y se dieron cuenta de que hacían
falta muchas cosas. El padre Sol le pidió a su hijo que subiera al treceavo y
preciado cielo a pedir, para que la Madre Tierra poseyera esa gran creación,
esa gran fuente que representa el sonido de los pájaros, el sonido del agua que
corre en las hermosas piedras.
En
treceavo cielo conoció a un mujercita llamada Mayacoy, ella había perdido su
corazón. Accedió a bajar a la tierra con él y juntos generaron la fuerza del
amor, el amor romántico, el amor filial, el amor a todo lo que existe y aun
así, todavía no existía todo sobre la tierra. Fue necesaria la presencia de una
gran mujer: Xochiquetzal, la esencia femenina por excelencia. Ella vivía
Tamoanchán (a la orilla). Ahí tenía un gran palacio y ahí conocía a grandes
príncipes y señores pero ninguno había tocado su corazón.
Pero
un día conoció a Pitzintecuhtli, el señor niño, el sol recién nacido. Bajo con
él a la tierra y en una cueva hicieron sus bodas, su ceremonia ritual, su
ceremonia de amor.
A
ella le habían dicho que si bajaba a la tierra, se convertiría en un ser mortal,
pero tenía la necesidad de hacerlo. En la tierra, Xochiquetzal fue favorecida
con el gran atributo de concebir a un ser humano. Empezó su proceso de
gestación y al volver a su palacio se dio cuenta que llevaba en su vientre ese
hermoso fruto de vida. Empezó a soñar con él y a darle vida en su mente, en su
cuerpo y en sus sentidos. Se dice, se cuenta, que fue la primer mujer que hizo
del acto sexual un acto de amor, que fue la primera mujer que concibió, la
primera mujer que fue a la guerra y la primer mujer que parió en un campo de
batalla.
Otra
versión nos habla de que a esa gran mujer la vio un ser al que llamamos
Tezcatlipoca, ese hombre, o esa esencia, o esa energía, se enamoró de ella y
soñaba con ella.
La
abuelita Tonalmitl recitó un poema del cual extraje el siguiente apunte: La
vio vestida por una serpiente, ceñida con una serpiente. La vio atándose los
cabellos. Tezcatlipoca lloró, se afligió. Pensó que podía ser una diosa, una
mujer con gran poder y él un pobre hombre, un enemigo. Se sintió celoso al
pensar que quizás ella pertenecía a un príncipe y deseó llevarla con él, al que
le crujían las coyunturas, el que lloraba; el que aulló por la mujer.
Xochiquetzal se encontró en el lugar de la podredumbre, sintió los dolores de
parto y murió.
Otra
versión dice que al verse en ese lugar de la podredumbre y sentir los dolores
del parto se afligió, al no tener con qué recibir a su hijo. Se arrancó
entonces su precioso pelo y con él hizo una camita. En cuanto lo tuvo en sus
brazos se dio cuenta que era un ser muy especial. Su cuerpo estaba formado por
todas las semillas, su pelo eran raíces. Él lloraba chía, sus uñas las formaban
los diferentes tipos de maíces, su cuerpo camotes de la tierra, los dedos
cacahuates, todo en él era naturaleza y sabiendo el nuevo ser la fuerza de su
destino se enterró en la tierra. Desde entonces existen los alimentos para los
seres humanos y desde entonces tenemos la presencia de la vida, porque gracias
al sacrificio de su amor tenemos con qué alimentarnos. A él le llamamos
Centéotl, el maíz sagrado, el maíz poderoso de la tierra.
Todo
esto lo sabemos por los diferentes poemas recopilados por diversas personas, comentó la abuela Tonalmitl.
Las
enseñanzas del pasado nos dicen que Xochiquetzal, representa los atributos de
la mujer: fortaleza, poder, saber amar con el amor de mujer que se entregó en
esencia y en espíritu. Fue la primera mujer que vivió en el Cihuatlampa, en el
rumbo del poniente, el que recibe al Padre Sol cuando baja en su camino. Allá
está ella, arreglándolo todo, cantándole, danzando con todo su amor y energía, porque para eso es la mujer.
Nuestro
mejor trabajo es el trabajo femenino. Queremos que la mujer se empodere, pero es
mejor decir: que se sienta mujer, capaz de enfrentarse a la vida, de enfrentar
sus retos, de no sentirse menospreciada, rebajada, humillada o trastocada en lo
más mínimo de su esencia. Que sea capaz de generar la vida, porque cuando la
mujer no pueda generar la vida, consideraremos que la vida se ha acabado, que la
esencia del ser humano no puede caminar sobre la tierra.
Por
eso queremos que la mujer pueda ser capaz de hablar frente al publico, hacer
cualquier trabajo, llevar a cabo negociaciones. Sea capaz de manejar una
empresa, de llevar cualquier responsabilidad sobre sus hombros, sin dejar, sin abandonar
a su compañero; la mujer hará que sean una familia completa. Eso buscamos de la
mujer, lo que pensamos que debemos inculcar a la mujer, que se sienta una
sacerdotisa y pueda hacer un canto de amor a la vida y al gran espíritu.
El
maíz es una planta que apareció en estas tierras y forma una base cultural en
el sentido más profundo del término, porque no existiría sin la intervención
inteligente y oportuna de la mano del hombre, ya que no es capaz de reproducirse por
sí mismo. Más que domesticada, la planta del maíz fue generada por el trabajo
humano. Al cultivar el maíz el hombre también se cultivó a sí mismo. Las
grandes civilizaciones del pasado y la vida misma de millones de mexicanos de
hoy, tienen como fundamento el maíz generoso y ha sido un eje fundamental
para la re creatividad cultural de cientos de generaciones. Exigió el desarrollo
y perfeccionamiento continuo de innumerables técnicas para cultivarlo. Condujo
al sufrimiento de una cosmología y de creencias y prácticas religiosas que
hacen del maíz una planta sagrada.
La conferencia fue extensa y rica en contenido, acompañada de un canto al espíritu, a la vida, a la esencia femenina y al trabajo conjunto del hombre y la mujer.
Tlazocamati abuelita Tonalmitl