Comenta: Dr. Roberto Martínez Garcilazo
“De
inmediato las nubes se desparramaron sobre la hierba, y la luna bañó alas
danzantes con polvo líquido y translúcido. El cosquilleo del sonido provocó
risas escandalosas, cantos y lágrimas tan dulces como la miel. Las mujeres y
los hombres formaron un corrillo y las niñas otro. Las pequeñas comenzaron a
volar convertidas en libélulas multicolores. De entre las sombras de la encina
surgió un arcoíris en forma de espiral, envolviendo a las mujeres y haciéndolas
invisibles a los ojos de algunos curiosos que observaban desde los restos del castillo, en el picu Las
Torres. El cuerpo de Briselda se expandía hasta el otro lado de la montaña para
tocar con la yema de sus dedos la espuma del mar; luego, se hacía tan pequeña
que podía montarse sobre un murciélago y sobrevolar las casonas de todo el
valle. Se asomaba por los balcones con la esperanza de encontrar a su hermano
brujo y a la lobera. Desparramaba polvos amarillos sobre los enamorados y
cenizas de carbón en los miembros de los infieles. Los pétalos de Genoveva se
fundían entre las virtudes de un vigoroso rubio, el delicioso y nuevo
sabor la bañaba de pies a cabeza estremeciendo cada lugar
secreto de su cuerpo. Con la punta de su lengua saboreaba la piel de las
manzanas, de los repollos y los tomates. Se acariciaba con un ramo de ortigas y
se hacía una corona con plumas de perdiz. Flotaba y, al mismo tiempo, se
anclaba al corazón de la tierra. Las ancianas se transformaban en mozas de piel
fresca y firmes carnes. A medida que la luna caminaba, las mujeres se
evaporaban y volvían a materializarse una y otra vez. Los gritos extasiados se
fundían con el canto de los grillos, con el aleteo del viento y el silencio de
los muertos. Aquellos que miraban desde la torre de Alevia sólo vieron a
hombres y mujeres danzando sin vergüenza
al son del tamboril y las flautas. Quienes lo hacían desde el picu Las Torres
fueron alcanzados por la niebla. Las costumbres de otros tiempos cobraban vida
y al menos durante unas horas las mujeres se quitaban de encima el yugo opresor
de las creencias y costumbres impuestas por la Regla de san Benito.
(A continuación presento el primer párrafo de
la Regla: “Escucha, hijo, estos preceptos de un maestro, aguza el oído
de tu corazón, acoge con gusto esta exhortación de un padre entrañable y ponla
en práctica, para que por tu obediencia laboriosa retornes a Dios, del que te
habías alejado por tu indolente desobediencia. A ti, pues, se dirigen estas mis
palabras, quienquiera que seas, si es que te has decidido a renunciar a tus
propias voluntades y esgrimes las potentísimas y gloriosas armas de la
obediencia para servir al verdadero rey, Cristo, el Señor).
La
humedad que antecede a la aurora les sorprendió revolcándose desnudos sobre el
prado y rompiendo el encanto les volvió a su forma original. Poco a poco, unos
a otros se descubrieron pecadores. Con los brazos se cubrieron los pechos y el
sexo. Buscaron sus ropas y sin decir palabra cada mujer y cada hombre regresó
por el camino que había llegado. Se reunirían de nuevo en el próximo solsticio
de verano, en la Noche de san Juan, si la Fortuna les sonríe.” (Páginas 35 y
36.
El paganismo es
la religión vencida por el monoteísmo patriarcal institucional que gobierna el
mundo. El cristianismo institucional es
el sustrato ideológico de la vida simbólica de occidente. El paganismo es la recuperación de la visión analógica
del mundo: equilibrio, correspondencia, dualidad, inteligibilidad.
Vivimos dentro de
la bóveda estelar y actuamos como si únicamente viviéramos en la ciudad. Hemos renunciado al milagro, al
evento extraordinario, a la belleza desmesurada, a la súbita curación de las
enfermedades y nos hemos resignado a únicamente poseer ridículos documentos oficiales
de identidad personal: ahora únicamente somos un número del ine.
El Santo Oficio, del que prolijamente habla
esta novela, prefiguró las estructuras totalitarias políticas y administrativas que hoy imperan. La
fecundidad cósmica ha dejado de ser motivo de reflexión y culto; el capitalismo
monoteísta la ha mutado en "productividad" y "pornografía'.
En la novela Beata hechicera de María Eugenia Bear Sanz
la genealogía en camino de búsqueda interior, en camino de legibilidad de la
vida: Cassiana, la Lobera, Briselda,
Catalina, Iyana de María, Simona.
La novela es un mecanismo
astronómico, un libro que gira reflejando el movimiento de las estaciones. La
novela es un tributo a la idea antigua del todo
como entidad sapiente que infunde las
palabras del sentido en la creatura: del tao a la ciencia infusa
de los místicos españoles llega a Janne Teller quien lo formula en el pórtico
de la novela, de esta manera: “cuando
escribo, todo encaja, siempre lo sé
porque yo no soy yo, sino una parte del todo, y es el todo el que dicta las
palabras”.
La novela de
María Eugenia contiene una crítica radical a la civilización occidental
que—necesariamente—cuestiona nuestros actos y pensamientos cotidianos. La
novela desliza en nuestro entendimiento,
de manera discreta pero efectiva, las preguntas cardinales: ¿En verdad ha
pasado el tiempo de la Diosa Tierra y
el Dios Astado? ¿Podremos ver más
allá del mundo (128)?
¿Podremos vivir la vida verdadera (143)? ¿Nos
atreveremos a cumplir nuestro destino (246)?
O ¿únicamente somos estos seres
políticamente correctos?
* Texto leído en la presentación del libro
realizada en la XXIX Feria Nacional del Libro de la BUAP y en la presentación en el Parque España 2.
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