Dedico mis pensamientos a la Luna, que es el territorio de los poetas. Parto del protegido rincón del estudio a los relatos mexicas, en los cuales Metztli y Coyolxauhqui aparecen relacionadas con la Luna. Pienso en la curiosidad científica del pasado, en íntima relación con las concepciones espirituales. Una deliciosa amalgama compuesta por la observación de los fenómenos cósmicos, la historia de la peregrinación de las familias que partieron de Aztlán, la poesía, los cantos, los rezos y las danzas.
Las
informaciones astronómicas les llevaron a conjeturas astrológicas; las
conclusiones hicieron florecer las leyendas, porque en el pasado, el hombre
caminaba de la mano de los dioses.
La
comprensión de la ideología mexica se logra a través de una lectura consciente,
cuasi intuitiva, lejana a la programación mental actual, puesto que en la
leyenda subyacen los hechos históricos, los conocimientos científicos y la
concepción espiritual de los antiguos.
Aún
aprendo de esa Luna, la llamada de Coyolxauhqui y encuentro que la
interpretación del papel de la deidad posee algunos elementos diferentes,
dependiendo de la sensibilidad de las fuentes consultadas. Me atrevo a conservar
la esencia y me aparto de los detalles accesorios.
A
través de la mirada del guerrero, capaz de acechar a través de las sombras, antes
de especular lo que provoca el movimiento en el espesor del bosque, me acerco a
Coatlicue, la deidad vieja, primigenia. La considerada Madre Tierra. La
Tonantzin. La hoy reconocida como Guadalupe. La madre de los dioses.
Con
respeto hacia la deidad, sin el rigor del estudioso en la materia y con la
intuición del aprendiz de esta asombrosa y profunda cultura, me atrevo a
describir a Coatlicue.
La
falda confeccionada con serpientes impresiona a la mirada. Serpientes que miran
hacia el cielo y en dirección al inframundo. Su textura asemeja la piel de una
cascabel y al mismo tiempo la de una mazorca en ciernes.
También
el rostro de Coatlicue se forma por dos grandes serpientes cuyas narices se
tocan y de las mandíbulas surgen dos afilados colmillos. La serpiente como
símbolo del pensamiento profundo, del proceso consciente, del conocimiento acerca
de los misterios de la existencia terrenal.
En
su pecho, dos manos abiertas hacia el frente expresan, emiten y señalan dos
rumbos del universo. Los senos flácidos simbolizan a la madre que amamanta a
sus crías y bajo ellos otras dos manos, con la misma postura e indicando a los
dos rumbos restantes. Los brazos de Coatlicue terminan en garras al igual que sus
pies como signos de su divinidad. Sobre su ombligo descansa un cráneo, símbolo
del ciclo irremediable de todo ser viviente.
Se
habla de ella como una cruenta deidad, con insaciable sed de sangre, pero si se
toma en cuenta la íntima relación del pueblo Mexica con los ciclos agrícolas,
de los cuales dependía la manutención de los habitantes del imperio, Coatlicue,
la Gran Madre Tierra, representa esa espiral mágica de fertilidad que inicia
con la siembra, la cosecha, la muerte y recolección de las nuevas semillas que
se almacenan y atesoran hasta la siguiente época de siembra. Ciclo similar a la
de cualquier ser vivo.
Es
ella, Coatlicue, la sacerdotisa, la diosa madre, quién engendró y dio a luz a
las estrellas y a la Luna. La Luna recibió el nombre de Coyolxauhqui: la que se
adorna con cascabeles.
Una
vez cumplido su destino, la vieja diosa Coatlicue llevó una vida de castidad y
retiro. Se ocupaba de los quehaceres, en la casa de los dioses, en la cima del
cerro de Coatepec. Un día, mientras barría, encontró una bolita de plumas de
colibrí. Le llamaron la atención y decidió guardarlas cerca de su vientre. Al
finalizar la limpieza, las plumas celestiales habían desaparecido. Supo que
estaba embarazada. Coyolxauhqui y las estrellas, llamadas Centzonhuitzahua, se
enfurecieron al saber que su madre había roto los votos de pureza. Coatlicue
lloraba afligida por el enojo de la Luna y las estrellas, sus amadas hijas.
Desde el vientre, el hijo le hablaba con la intención de consolarla. Le decía
que en cuanto naciera, la defendería sin importar cuántos fueran sus enemigos.
Decididas
a impedir el nacimiento del hermano y la vergüenza, idearon un plan para acabar
con la vida de Coatlicue. Cuando la Luna y las estrellas se acercaron a su
madre, con la intención de matarla, nació Huizilopochtli. Surgió del vientre de
Coatlicue vestido como un guerrero, en su mano llevaba una serpiente de fuego.
Con ella, cortó la cabeza de Coyolxauhqui y la lanzó montaña abajo. El cuerpo
de Coyolxauhqui, rodó y en cada golpe perdió una parte de su cuerpo. Quedó
rota, fragmentada. Las estrellas huyeron
y se dispersaron por el cielo.
Por
esa razón, cada amanecer Huitzilopochtli aparece en el horizonte rodeado por
los poderosos rayos, similares a una serpiente de fuego y libra una batalla en
contra de sus hermanas: la Luna y las estrellas. Al ganar el enfrentamiento,
regala un nuevo día a los hombres y es llevado en hombros, en su trayectoria
hasta el medio cielo, por las almas de los guerreros muertos en combate y por
los sacrificados. Al medio día comienza su despedida y son las almas de las
mujeres muertas en el parto, quienes lo reciben y lo acompañan hasta el ocaso. Desaparece
en el poniente y es recibido, para su descanso, por la Madre Tierra.
Una
lucha por el poder en la que Huitzilopoxtli fragmenta a la Coyolxauhqui. Ella
requerirá de 28 días para recomponerse hasta estar completa (Luna llena).
El
enfrentamiento continuo entre los opuestos: luz y oscuridad. La dualidad en la
cual se complementan los opuestos. La visión de los ciclos de la naturaleza. Y
a medida que miramos con detenimiento, muchas más serán las inferencias.
Coyolxauhqui ostenta el copilli con plumas celestiales, las
orejeras, las narigueras y demás ornamentos característicos de una guerrera. En
el artículo Las seis Coyolxauhqui:
variaciones sobre un mismo tema, Matos Moctezuma describe la leyenda, la
historia y la arquitectura relacionada con la deidad.
Se infiere que cada fragmento del cuerpo de
Coyolxauhqui representa las diferentes fases de la luna. La historiadora Carmen
Aguilera menciona que Coyolxauhqui es la madre de las estrellas y simboliza a
la Vía Láctea, ya que fue precedida por Citlaliniuice, la de la falda de
estrellas.
Los mexicas también reconocen a Metztli como
una deidad masculina que se convirtió en la Luna. Una leyenda cuenta que al
inicio de los tiempos, la Luna brillaba al mismo tiempo que el Sol. Los
Hermanos Mayores o deidades pensaron que esa situación no era correcta ni
conveniente. Uno de ellos lanzó un conejo sobre la cara de la Luna y la
oscureció. El conejo de la Luna ha inspirado cientos de cuentos y leyendas,
pinturas, grabados, una buena cantidad de poesías y millones de promesas entre
enamorados. En el Códice Borgia, Meztli se representa a través de un conejo dentro
de recipiente u olla con agua. El líquido está en movimiento circular, dando la
impresión de entrar y salir de la vasija. El conejo sentado, imita una postura
humana. La olla descansa en un cielo de noche, repleto de estrellas.
La
lectura es amplia a pesar de la simplicidad de las formas. Como principales, muestra
la influencia lunar sobre el comportamiento de las mareas y hace alusión al
ciclo menstrual femenino y a la gestación.
Cuatro numerales se representan, como un ornamento
externo de la olla. La agrupación en 4 sugiere los cuatro rumbos, los cuatro Tezcatlipocas.
Las cuatro energías en las que se sostienen los años del calendario Mexica:
años casa, conejo, carrizo y pedernal.
Falta
aún hablar de la Coyolxauhqui y del Huitzilopoxtli históricos. Quizás aquí la
magia se diluye y el relato transporta hasta los tiempos remotos del
peregrinaje azteca. En los relatos de Durán y Tezozomoc, así como también lo
referido por Cristóbal del Castillo, nombrados por el maestro Matos Moctezuma,
se habla de las deidades protectoras de cada barrio o grupo. Al llegar a
Coatepec, se establecieron diferencias irreconciliables entre la gente guiada
por la guerrera Coyolxauhqui y el guerrero Huitzilopoxtli.
Cito
a Matos Moctezuma:
“Alvarado Tezozómoc también nos da prolija descripción,
especialmente en la Crónica Mexicayotl, del momento en que se asientan
en Coatepec:
En seguida, le dijeron a
Huitzilopochtli sus tíos, los "Centzonhuitzahua", los sacerdotes.
"Aquí́ concluirá́ la tarea para la que viniste, para regir, para
enfrentarte a la gente de los cuatro puntos cardinales …
Este requerimiento de los Huitzhahua de que Coatepec era el
lugar elegido para asentarse los mexicas, enoja a Huitzilopochtli” .
Huitzilopoxtli
y sus guerreros dan muerte a Coyolxauhqui, la desmiembran y esparcen los trozos
de su cuerpo como un ejemplo del poder de aquel dirigente. Sacrifican también a
los Centzonhuitzahua.
En
las diferentes culturas y al paso de los siglos, la Luna ha sido la
protagonista de un sinfín de historias y leyendas. Las iré saboreando poco a
poco y me sostengo lo dicho: que se repartan la tierra como quieran, pero no
toquen a la Luna porque es territorio de poetas.
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